Llueve en Santiago, llueve en Compostela.

Después del atípico año de seca que despedimos (2017) en que se batió el récord de horas de sol registradas, por fin han vuelto las lluvias.

Nuestra querida Galicia recuperará caudales, manantiales y pantanos. Seguirá verde a pesar de la sequía y de los incendios sufridos. Seguirá Viva.

Llueve en Santiago, mi dulce amor, escribió García Lorca. Y llueve sí, día tras día, convirtiendo esta ciudad histórica en magia, o al menos en momentos mágicos, en donde la lluvia y el arte se funden con el granito mojado. Calles de piedra, fachadas de granito, inquietantes gárgolas chorreantes que escupen el agua de los tejados, son imágenes y sensaciones que se mezclan con el incesante ir y venir de las gentes, los estudiantes, los paraguas…

Percibir esa magia es algo interior, algo personal. La lluvia emociona la ciudad y uno se emociona si lo percibe.